Justo cuando ha surgido la información de que Francia ha comenzado a realizar las primeras pruebas con los radares de ruido, nos llega una noticia que nos llama aún más la atención. El vandalismo en los radares del país galo le ha costado ya 360 millones de euros, según ha cifrado Sécurité Routière.
El motivo han sido los daños ocasionados en los cinemómetros de allí, los cuáles han sufrido el descontento de la población en los últimos meses, primero por las medidas de recortes de Emmanuel Macron, presidente de Francia, después durante las protestas de los chalecos amarillos y, finalmente, por la reducción de la velocidad máxima en vías secundarias a 80 km/h.
El resultado ha sido un buen número de radares dañados (hasta 2.100), muchos de ellos en varias ocasiones, y algunos sin reparación posible. Sin embargo, la autoridad francesa ya ha tomado medidas.
La primera de ellas, comprar radares nuevos (unos 400), más modernos y capaces de controlar varios carriles, y la segunda, ponerlos más altos, sobre postes de cuatro metros. Pero esto no ha sido óbice para que algunos ya hayan sido atacados de las maneras más diversas. Incluso se han creado fogatas en sus bases para que las llamas les alcanzasen o inutilizasen.
Así Sécurité Routière apunta a que este vandalismo le ha costado a Francia unos 360 millones de euros, 60 por los gastos de reparación y sustitución de los radares, y hasta 300 millones que han dejado de recaudar las arcas públicas por la inactividad de esos radares.
Y justo cuando estas cifras están de actualidad en el país vecino, llegan noticias de un nuevo tipo de radar. Villeneuve-le-Roi, una pequeña población cercana a París de unos 20.000 habitantes, ha instalado un radar de ruido que mide los decibelios de los vehículos que circulan en sus inmediaciones.
Este está capacitado para hacer seguimiento de los vehículos por la carretera y apuntar el ruido que emitía cada uno en cada punto de la vía. Tecnología punta. Sin embargo, este tipo de radares solo tendrá funciones de control pues Francia aún no cuenta con una ley estatal que permita las multas con este tipo de radares.
En España ya tenemos también un primer radar de ruido, instalado por el Servei Catalá de Transit, el equivalente a la DGT en Cataluña, comunidad que tiene transferidas las competencias sobre el tráfico. En su caso lo ha instalado en la C-31, aunque tampoco tiene potestad para multar aún.