El mercado de vehículo de ocasión siempre ha mostrado registros que doblan e, incluso, triplican los del mercado de coches nuevos. Además, la situación de pandemia en la que nos encontramos ha hecho que muchos usuarios se interesen por coches veteranos y de bajo coste para evitar utilizar el transporte público. Por ello, os dejamos una serie de recomendaciones que hay que tener en cuenta, y revisar, a la hora de comprar un coche de segunda mano.
Pero antes de entrar en materia debemos recordar que es mejor realizar estas compras a un profesional que en la calle. Hay personas que venden sus vehículos de buena fe, pero también hay redes piratas que intentan colocar cualquier cosa y en condiciones nada recomendables. Y, a unos ojos inexpertos se la podrían colar fácilmente.
Además, recordamos que la compra de un coche de segunda mano entre particulares también cuenta con garantía (de seis meses). Sin embargo, si se compra a un profesional, esta garantía es de un año además de que se suele entregar con una revisión realizada. Y, para mayor seguridad, conviene pedir un informe a la DGT sobre el estado del vehículo que nos revelará si tiene alguna carga o algún problema en sus permisos de circulación.
Estas son nuestras recomendaciones punto por punto.
Un análisis detallado de la carrocería nos podría revelar mucho más de lo que pensamos sobre el uso que se le ha dado al coche, cómo se ha conservado, cómo se ha manejado e incluso si ha sufrido golpes. En un primer momento conviene observar el coche desde algo de distancia para comprobar que todos los paneles tienen la misma pintura y que esta ha sufrido la misma pérdida de brillo. Diferencias de color o desgaste podrían suponer que uno de los paneles ha sido pintado lo que revela un golpe.
Desde cerca, más allá de los posibles roces, habría que mirar si tiene restos de oxidación, lo que puede dejar entrever problemas en algunas partes mecánicas, e irregularidades en las uniones de la carrocería, nuevas evidencias de que ha tenido golpes en el pasado que no han sido reparados por manos profesionales.
Habría que asegurarse de que si ha recibido un golpe no haya afectado al chasis.
Las puertas y el capó deben abrir y cerrar de forma correcta, encajan bien y no deben mostrar ruidos extraños. También conviene revisar las gomas, si están cuarteadas o desgastadas.
Lo mismo debemos hacer con el capó, comprobar que no presente irregularidades y ajuste bien. Una vez abierto, debemos mirar con atención todos los elementos que aquí podemos encontrar. Una persona que no tenga mucha idea de mecánica pensará que no puede distinguir si todo está en orden, pero puede descubrir muchos más secretos de los que cree.
Aunque sea un espacio sucio con multitud de cables y tubos que no entendamos, debemos comprobar que todos los elementos mecánicos presentan la misma suciedad, que uno esté más limpio demuestra que ha sido cambiado recientemente. Mucha atención al radiador, revela un importante golpe frontal.
También conviene revisar todas las juntas y tubos de goma y plástico, que no muestren grietas ni pérdidas.
Más allá de las comprobaciones de óxido que hayamos podido hacer, conviene subirlo a un elevador o al menos a un gato hidráulico y revisar que los amortiguadores se estiran de forma correcta y revisar si los bajos presentan golpes o arañazos. Esto habla mucho del tipo de uso que le ha dado el propietario y los lugares por los que ha metido el coche.
Con el capó abierto conviene mirar posibles fugas de aceite o líquidos. Mirar también la varilla del aceite no solo porque se encuentra entre los niveles sino, además, por si estuviera demasiado viscosa, lo que revela que hace tiempo que no se ha cambiado.
Al arrancar también hay que comprobar que lo hace a la primera y sin dificultades. Y, una vez iniciemos la marcha, que lo haga sin peligro de calarse. Una vez estemos en marcha debe poder mantener la velocidad sin problemas y conviene dar varios acelerones para comprobar que gana velocidad como le exigimos.
Cuando hagamos esto, también conviene revisar si expulsa humo y el color de este. Esto se puede traducir en falta de mantenimiento o en algún problema en la mezcla del carburante en los cilindros.
Hay que preguntar si se le ha cambiado cuando correspondía. Cada marca recomienda sustituirlo según se superan una serie de kilómetros (normalmente cada 100.000) y hacerlo conlleva una factura de un mínimo de 500 euros a sumar al coste que ya hayamos tenido con la compra del coche. Al comprar un coche de segunda mano conviene pedir todo tipo de facturas que acrediten las operaciones de mantenimiento que nos dicen que han realizado.
Antes dijimos cómo revisarlos a nivel visual. A esto habría que sumar, estando aún parados, varias presiones para comprobar que el coche se hunde y recupera su posición sin demasiado esfuerzo y sin estar demasiado blandos.
Una vez estemos en movimiento, habría que dar varios volantazos, no demasiado bruscos, para comprobar que no sufre un exceso de balanceo. Con un par de frenazos y acelerones bruscos también podemos comprobar un exceso de balanceo longitudinal.
Desde fuera de la llanta se puede ver el nivel de desgaste de las zapatas de frenos. A pesar de todo hay que probarlas en movimiento, despacio no deben mostrar ningún ruido, y circulando a ritmo normal habría que probar varias veces que frena con consistencia y de forma regular.
Uno de los puntos a analizar aquí es que el pedal de freno no sea demasiado esponjoso ni tenga holguras, que frene desde el principio y lo haga de forma regular y constante durante toda la trayectoria del pedal. Además, al soltar este ha de regresar a su posición original.
La ley marca que el dibujo no debe ser inferior a los 1,6 mm. Más allá de esto debemos comprobar que no ha sufrido desgastes irregulares en su banda de rodadura (la que toca con el suelo) lo que podría significar que le falta hacerle el equilibrado (reparación económica), que las suspensiones están en mal estado (reparación costosa) o que el eje no está bien alineado (problema grave y reparación que podría no interesar por el coste que conlleva).
En circulación hay que comprobar que no transmiten ningún tipo de vibración al volante y que agarran bien por lo que volveremos hacer varios acelerones y frenadas bruscas. Unos neumáticos veteranos sufren pérdida de eficiencia hasta el punto de que pueden cristalizar para endurecerse y contar con menos adherencia.
Un desgaste excesivo significa que se le ha dado un uso intenso al coche. Lo mismo debemos mirar con el pomo del cambio. Estando parado conviene mover el volante para comprobar si este tiene holguras y si responde con firmeza.
Esta operación la debemos hacer también con el coche arrancado y en movimiento. Aquí es muy importante detectar si el volante se mantiene recto al circular o si tiene una tolerancia hacia algún lateral. Esto último es de fácil solución pero también revela un posible golpe.
Llega el momento de tocar todos los botones. Y comprobar que todos reaccionan como corresponden. Las luces de la instrumentación se deben encender cuando corresponde y los mandos deben poder accionarse sin mayores problemas.
Posteriormente, una vez en carretera, hay que comprobar el buen funcionamiento de los sistemas de seguridad y ayuda a la conducción, siempre en condiciones de seguridad, pues el fallo en funcionamiento de alguno de estos podría conllevar una importante factura de reparación
Hay que comprobar que el desgaste es uniforme, que tienen un buen mullido y que los reposacabezas se pueden mover sin dificultad. Atención también al cinturón de seguridad. Conviene probarlo con algunos tirones.
Este es un buen momento para descubrir algún posible engaño del vendedor, desgastes irregulares en algunas zonas, manchas y olores pueden revelar la presencia de niños, fumadores e incluso el perfil del conductor habitual.
Otro de los grandes chivatos del uso que le ha dado. Hay que fijarse bien en las paredes, comprobar si se ha llevado golpes y el tipo de daños que ha sufrido. No son los mismos los datos que ocasiona una maleta pesada que una caja metálica o herramientas de trabajo.