Probamos un icono de la historia de la automoción en su última evolución y lo comparamos con el original. Hoy tenemos al señor Ford Mustang, en sus versiones actual y original. Más de cincuenta años y cinco generaciones les separan, aunque de todas las versiones fabricadas hasta la fecha la última, lanzada en julio del año pasado es la que tiene más analogías con la original. Su importante presencia en el mundo del cine y la televisión, su consideración como “pony car” con aspiraciones al segmento de los “muscle car” y el que haya habido que recurrir a importadores para hacerse con uno, ha alimentado las ansias de los aficionados al motor en Europa para poder contemplarlo, disfrutarlo y sobre todo, comprarlo.
El Mustang desde su nacimiento ha pasado por diferentes épocas y diseños. Ha tenido que esperar a la sexta generación para acercarse al diseño del modelo original. Y hablamos de cuestiones estéticas, porque a nivel mecánico son muchas las diferencias que les distancian, aunque compartan alma: los dos son movidos por un motor gasolina V8, aunque el modelo de 2016 rinde 421 CV mientras el primero contaba con “solo” con 225 CV.
Si la nueva generación la usamos en nuestro día a día, sus 8 cilindros se comportan de manera dócil, aunque hay que ser conscientes de que es un coche bajo y que en algunos momentos las suspensiones pueden ser duras, los dos asientos traseros están destinados a personas de poca estatura o niños, y puede ser excesivamente gastón. Pero, ¿qué se puede esperar de un motor V8 de 5 litros y caja manual de 6 velocidades siempre listos para ser utilizado de manera alegre?
El motor responde a la perfección. La admisión es electrónica secuencial multipuerto se encarga de que esta entrega sea progresiva, controlando la patada que podría dar y para lo que está preparado con una gran fuerza de aceleración y un par de 530 Nm al que se puede llegar con mucha facilidad.
Otro punto a favor es la rumorosidad que tiene el motor dentro del habitáculo. La estructura se ha reforzado y se ha insonorizado para evitar el ensordecedor ruido que puede producir, pero se ha dejado un pequeño ruido interior, similar al de un fueraborda, que nunca llegará a ser molesto. Y es que, aunque el nuevo Mustang cuenta con un sistema de audio de nueve altavoces y amplificador, a veces uno prefiere ir con la radio apagada para escuchar cómo se mueven sus 8 cilindros.
Manejarlo es fácil, ya hemos dicho que es un coche que se puede utilizar a diario, aunque para llevarlo a sus límites hay que tener manos, es un propulsión que sobrevirará si se te olvida lo que están manejando. El puesto de conducción está perfectamente resulto según la estructura del vehículo aunque en un primer momento puede resultar algo bajo. La culpa es la posición del morro, algo más alta de lo normal, por lo que necesitarás de unos minutos y varios kilómetros para acostumbrarte. Eso sí, pronto dejarás de tener miedo al aparcar entre dos coches o girar en una calle que tenga bolardos en el filo de la acera.
La unidad probaba tenía unos asientos tipo baquet marca Recaro cómodos, pero que pueden hacer que un viaje se haga largo, especialmente si aún no has empezado la operación bikini. Eso sí, el día que vayas a hacer curvas, sujetará tu cuerpo como si estuvieras pegado.
El volante solo tiene que ver con el que montaba el Mustang original en que es circular y tiene tres radios. El primero era muy fino y éste, más allá de incorporar el airbag, también cuenta con una serie de botones desde los que se puede controlar el sistema de audio, el manos libres y el ordenador de a bordo.
El interior se desmarca de los últimos diseños interiores de Ford, precisamente lo que espera de un vehículo que tiene personalidad propia. El nuevo Mustang cuenta con una pantalla de ocho pulgadas para controlar todo el sistema de infoentretenimiento y el sistema de control por voz SYNC 2. Es uno de los lugares en los que mejor se puede comprobar cómo ha pasado el tiempo, cómo han evolucionado los diseños y los sistemas de seguridad y comodidad, si se compara con la unidad de 1965.
En la parte baja del salpicadero contamos con unos interruptores similares a los de competición, en los que se puede controlar el tipo de comportamiento que queremos del volante, la entrega de potencia y la suspensión. Podemos elegir entre “normal”, “sport”, “pista” y “nieve”. Y es que hay que tener en cuenta que la brusquedad que a veces reporta el motor puede ser bien refrenado por el control de estabilidad y los neumáticos si se circula sobre asfalto seco, pero a veces no es suficiente si se pisa asfalto húmedo o nieve por lo que contamos con una ayuda extra para evitar posibles sustos.
En el lado opuesto, para cuando queramos una conducción más briosa, también contamos con un sistema de control de salida, para una arrancada similar a la competición, así como un gran número de aplicaciones para un comportamiento ‘racing’. El único problema que encontramos aquí es la dificultad para utilizarlos en carretera abierta, cumpliendo con las normas de seguridad y sin poner en riesgo al resto de vehículos con los que compartimos la vía. Esto, mejor en circuito.
El modelo se puede elegir con caja de cambios manual o automática. La unidad probada tenía una caja manual de 6 velocidades que resulta cómoda en los movimientos. Uno de los puntos a favor es su posición elevada y el escaso recorrido necesario para cambiar de marcha. Aquí encontramos uno de los pocos peros del vehículo, pues al soltar el embrague el coche picaba algo, se veía frenado posiblemente por la caída de revoluciones del motor o el cambio en la entrega de potencia. No era molesto, pero hacía que el tránsito entre marchas no fuera del todo natural.
Eso sí, la caja ofrece recorridos largos y con muy buenas recuperaciones desde muy bajas revoluciones, por lo que nunca se quedará ‘muerto’ en mitad del tráfico.
El segundo punto que no nos ha terminado de convencer ha sido la configuración de los asientos traseros. Existen, no como en la mayoría de deportivos de características similares, aunque son muy pequeños, y las dos personas que los ocupen deben ser de baja estatura o niños puesto que se darán fácilmente con el techo. Y es que la caída del techo es prolongada hasta las luces traseras empezando prácticamente desde el pilar B.
El manejo del modelo con el que hacemos la comparación, un Mustang Fastback de 1965 tiene poco que ver con el actual. Hay que cambiar el chip por completo. El volante es rígido por la ausencia de dirección asistida, y muy fino por lo que por momentos hay que tirar de él para moverlo. Esta unidad tiene una caja de cambios automática de 3 velocidades muy largas y donde apenas notamos el cambio entre velocidades. Y es que, en la relación en 3ª es la misma que la 4ª de un cambio manual de 4 velocidades. El convertidor es muy ágil dando la sensación de que los engranajes estén muy bien sincronizados. Pero no nos llevemos a engaños, porque una caja hidráulica como ésta no tiene nada de engranajes.
El vehículo responde bien al acelerador y frena como se espera, aunque el punto de fricción del freno con el disco está más abajo de lo que esperamos, por lo que hay que el recorrido que debe hacer la pierna al empujar el pedal es mayor. Si alguna vez tenéis la fortuna de manejar un coche con esta veteranía, probad los posición y regulación de los frenos varias veces antes de llegar al primer Stop, puesto que el coche se detendrá más adelante de lo que esperabais.
Detrás del volante encontramos una única palanca de mandos que está destinada a los intermitentes, mientras que el resto de comodidades, que no son muchas, se manejan por botones y ruletas situadas por el salpicadero. La calefacción, por ventilación, la tenemos a la vista y se maneja mediante un sistema de palancas que está más arriba, mientras que la radio, que se encuentra a la par, sigue funcionando para escuchar emisoras que aún emitan en Onda Media.
Las luces se activan mediante un botón y los limpiaparabrisas con una ruleta desde la que se le puede dar varias velocidades. Las largas se accionan con un botón que está en el suelo en donde debería estar el pedal del embrague. Y no busques la palanca del freno de mano, es un tirador que se ubica en la parte izquierda del volante a la altura de la columna de dirección.
Los asientos engañan. Son cómodos y un gran trabajo de restauración da la sensación de que son de piel, pero no, son de polipiel, lo que se llamaba escay. Llaman la atención por la falta de sujeciones laterales, una pequeña forma que ya incorporan hoy la inmensa mayoría de los coches y que parecía impensable en un coche de calle de mitad de los años 60. Choca a la vista el que los de delante no tengan reposacabezas mientras que atrás encontramos un asiento y un respaldo mientras que los laterales son la fibra de vidrio, y aunque cuenta con elementos entre éste y la chapa del paso de rueda destinados a eliminar el ruido y las vibraciones del viaje, lo cierto es que se notará y se oirá un alto porcentaje al tratarse de un vehículo barato para la época y los materiales destinados a insonorizar no tenían nada que ver con los actuales.
Otro de los puntos curiosos de estos es que son asientos abatibles, aunque solo el respaldo, una operación que se tenía que hacer desde el maletero y que dejaba un amplio espacio en el que se podía introducir hasta una tabla de surf.
Volviendo a la versión de 2016, si decimos que el nuevo Mustang sorprende y se puede utilizar como vehículo convencional es, entre otros motivos, por el tamaño de su maletero, de 408 litros, el doble que un vehículo urbanita actual y que muchos de los deportivos que, como el Mustang, pueden presumir de cualidades. El vano de acceso es elevado y estrecho pero no hay problemas en introducir una maleta de tamaño considerable.
Eso sí, tenemos que ser conscientes de que el consumo combinado homologado es de 13,5 l/100 km, aunque nosotros en los cinco días que lo tuvimos, incluyendo un viaje de largo recorrido conseguimos rebajarlo a menos de 11 litros. Eso sí, refrenando en muchas ocasiones nuestros impulsos de jugar con el acelerador.
Su precio también enamora pues no llega a los 50.000 euros, de hecho se queda en los 46.500 euros. En esto se parece, salvando las distancias, con su modelo original. Aquél era un coche hecho para el gran público, puesto que tenía un precio inferior al Beetle en Estados Unidos. Éste, no cumple tal requisito pues es accesible solo para algunos bolsillos afortunados, aunque sí se sitúa como una opción mucho más económica para aquellos que quieran un coche con buenas prestaciones.
Para concluir podemos decir que éste es un coche atractivo a todas luces. Llama la atención. Literal. No está hecho para personas tímidas puesto que serán muchos los que giren la cabeza para mirarte, te cederán el paso en un cruce de calles y que te mirarán desde todas las perspectivas. Es posible incluso que te saquen alguna foto estando dentro. Y es que, como decíamos al principio, es un vehículo legendario y había muchas ganas de que llegara a Europa.
Fotos: Javi Fuentes
Fichas técnicas | ||
Modelo | Ford Mustang Fastback V8 225 CV de 1965 | Ford Mustang Fastback V8 5.0 421 CV de 2015 |
Tipo de motor | Gasolina, delantero longitudinal | Gasolina, delantero longitudinal |
Cilindrada | 4.725 cm3 | 4.951 cm3 |
Potencia | 210 CV a 4.400 rpm | 421 CV a 6.500 rpm |
Par máximo | 382 Nm a 2.400 rpm | 530 Nm a 4.250 rpm |
V. máxima | 195 km/h | 250 km/h |
Aceleración 0 a 100 km | 12,1 s | 4,8 s |
Consumo | 13 l/100km | 13,5 l/100km |
Medidas | 4.612/1.732/1.297 mm | 4.784/2.080/1.394 mm |
Neumáticos | 205/65 R15 | 255/40 R19 (del) 275/40 R19 (det) |
Peso en vacío | 1.339 kg | 1.750 kg |
Maletero | n.d. | 408 litros |
Precio base | 30.000 €* | 46.500 € |
Lanzamiento | 1965 | julio 2015 |
* Cotizaciones actuales para un modelo en buen estado
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