Prueba del Porsche 911 GT3 RS, nacido para el circuito

Creado para correr en los circuitos de todo el mundo, el GT3 RS es el “Nueveonce” que transmite las sensaciones más puras y deportivas, así como el más exigente para el conductor. Sin duda, una auténtica delicia para disfrutar al máximo, que hemos tenido la suerte de probar.

Viajar hasta Le Mans siempre es una experiencia única, sobre todo, si lo haces con la marca adecuada. En mi caso, no es una afirmación gratuita, ya que Porsche, con el 919 Hybrid, se alzó con el triunfo en las últimas 24 Horas de Le Mans.

Aunque la excusa del viaje hasta La Sarthe es la presentación del nuevo Porsche Experience Center, del que ya te ofrecemos toda la información, mi objetivo está claro: poder ofreceros la prueba del Porsche 911 GT3 RS. Algo que apenas un par de periodistas españoles hemos podido hacer hasta el momento.

El momento se acerca

A la llegada ya he tenido el primer contacto visual con el superdeportivo germano. Rotulado con los vinilos del centro Porsche y el dorsal número 19, el mismo que el del triunfal 919 Hybrid, luce una estética impresionante, donde hasta el último detalle está enfocado a mejorar la aerodinámica. No hablo solo del elaborado frontal o el gigantesco alerón trasero fijo, complementado por otro más discreto, que se ubica sobre las salidas de aire del motor. También, de detalles como que el logo de la marca en el capó sea un adhesivo… y una insignia al uso.

El programa del evento sigue adelante, mientras la visita guiada a las instalaciones y las distintas pruebas de la escuela de conducción se me hacen eternas. Aunque tenga a mi disposición modelos como los nuevos Boxster Spyder o Cayman GT4, no puedo dejar de pensar en el momento de saltar a la pista.

Por fin, llega el “briefing”, donde nos explican los secretos del trazado de Bugatti, la variante permanente y corta de La Sarthe, con una longitud de 4,14 kilómetros. Si no les resulta familiar, aclararé que es la empleada por el Campeonato del Mundo de MotoGP.

¡Salto al circuito!

Mientras me acomodo en el asiento de tipo baquet y ajusto el arnés de cinco puntos, compruebo que el GT3 RS es un auténtico coche de competición, con su correspondiente jaula antivuelco, preinstalación para el cortacorrientes y extintor.

Cuando aún estoy asimilando la que se me viene encima, un miembro de la organización viene en mi busca. Simplemente, quiere recalcar el tipo de coche ante el que me encuentro, valorado en 208.509 €. Asimismo, me recuerda que la conducción va a ser exigente, debido al propulsor que ya ronronea a mi espalda. Un seis cilindros bóxer, de 4,0 litros y aspiración atmosférica, está dispuesto a enviar 500 CV a las ruedas traseras. Desde luego, si quería meterme un poquito de presión, lo ha hecho de maravilla.

Jamás lo olvidaré

Ya en solitario, me incorporo a la pista, con precaución, y exprimo la primera velocidad hasta más allá de las 8.000 rpm. Mientras que las ruedas traseras se esfuerzan en transmitir toda la potencia al suelo, trato de mantener el coche en línea recta. Con ligeros toques a la leva derecha voy subiendo marchas. La transmisión automatizada de doble embrague “PDK”, de siete velocidades, trabaja de manera rápida y precisa, y cada transición entre marchas viene acompañada de una ligera sacudida.

Con una aceleración de 0 a 100 de apenas 3,3 segundos, no es de extrañar que llegue al final de la recta principal a más de 240 km/h… aunque lejos de la máxima, cifrada en 310. Reduzco ligeramente la velocidad para encarar la famosa chicane del puente Dunlop, que me exige frenar fuerte y bajar hasta tercera. A la salida, vuelvo a acelerar a fondo y me lanzo como si se tratara de la carrera de mi vida.

Como debe ser

Sigo enlazando curvas a un ritmo endiablado y me sorprendo del sonido del motor. Tan fuerte y penetrante que se clava en los oídos, es como si no se hubiera llevado a cabo ningún trabajo de insonorización. De hecho, aunque no estoy seguro, apostaría a que es así. También me sorprende la respuesta, contundente a cualquier régimen, pero especialmente demencial a medida que se acerca a la zona roja del cuentarrevoluciones. No creo que exista un Porsche más puro.

Otro aspecto destacable es la inclusión de un eje trasero direccional, que potencia la agilidad del conjunto en todo tipo de curvas rápidas, lentas o enlazadas. Además, me transmite mucha información, por lo que, para guiar el coche, basta con llevar a cabo ligeros y certeros movimientos del volante. Así da gusto.

Ante todo, ligero

De rematar el conjunto se encargan la ligereza, con un peso en vacío de 1.420 kilos, y la puesta a punto del chasis, con una amortiguación muy firme, lo que se traduce en un coche que vira completamente plano. Igualmente, el equipo de frenos, con discos de 380 milímetros en cada eje, es efectivo y resistente como ninguno. Y, por último, la capacidad de tracción, que se reparte al cincuenta por ciento entre la sensibilidad del piloto y el diferencial autoblocante mecánico, con el sistema de reparto selectivo de par “PTV Plus”. En cualquier caso, quien se atreva a desconectar el control de estabilidad “PSM”, deberá andar rápido de manos para controlar las sacudidas del eje trasero… o acabará fuera de la pista.

Si pudiera permitírmelo…

Con el pulso acelerado, tras unas cuantas vueltas, he perdido la cuenta exacta, llega el momento de llevar a cabo un giro de refrigeración. Es entonces cuando asimilo todo lo que acabo de vivir. Desde luego, no recuerdo un coche con el que haya ido tan rápido en circuito ni que haga tan bien lo básico: frenar fuerte, entrar con precisión en el viraje y salir acelerando hasta más allá de las 8.000 vueltas… sin despeinarse. Espero que hayas disfrutado con la prueba del Porsche 911 GT3 RS. Ahora, te dejo con el vídeo en circuito y la ficha técnica.