La aparición del Porsche Cayenne en 2002 marcó un antes y un después para la marca alemana. Además de suponer la entrada en un segmento inédito para Porsche, el de los SUV de lujo, también apostó por primera vez por motores de gasóleo. A la espera de que la nueva generación tome forma, previsiblemente el próximo año, ponemos a prueba al Porsche Cayenne Diesel Platinum Edition. Y lo hacemos en una ruta desde la ciudad de Lérida hasta Andorra, tocando todo tipo de terrenos.
El Porsche Cayenne Diesel Platinum Edition es una versión especial que viene acompañada de un equipamiento más completo. Esta variante está disponible para los Cayenne S, Cayenne Diesel, Cayenne S Diesel y Cayenne S E-Hybrid. Como elementos más significativos incluye los asientos deportivos derivados del GTS, el sistema multimedia Porsche Communication Management con navegación online, el módulo de conectividad Connect Plus, el equipo de sonido BOSE Surround y los faros bixenón adaptativos.
En el apartado mecánico, el todocamino alemán adopta un motor turbodiésel 3.0 litros V6 de 262 CV, el más “económico” del catálogo tanto por precio como por el consumo que homologa, 6,6 litros en ciclo mixto. En este caso, realizamos una prueba de consumo para poner de relieve la eficiencia de este bloque y fuimos capaces de dejar la media en 6,4 l/100 km.
Aunque este registro se obtuvo a un ritmo inusualmente bajo, el Porsche Cayenne Diesel Platinum Edition también expone ante el cliente un producto algo más terrenal al resto de la gama. Además, no pierde de vista el aspecto más prestacional, ya que firma una aceleración de 0 a 100 km/h de solo 7,3 segundos y alcanza una velocidad máxima de 221 km/h. En la práctica, este propulsor ofrece una buen rendimiento. Lo que pasa es que la buena puesta a punto del bastidor invita a decantarse por otras propuestas, tanto de gasóleo como de gasolina, con potencias que pueden llegar a los impresionantes 570 CV del Turbo S.
Por mucho que hayamos realizado ejercicios de este tipo, sorprende ver cómo semejante automóvil “levanta pata”. Sus buenos ángulos de ataque y salida le permiten salir airoso de estas maniobras. En una de ellas, hemos llegado a conducir el coche con una inclinación cercana a los 40 grados.
El sistema de tracción a la cuatro ruedas cuenta bloqueo de diferencial central y trasero. Se apoya, además, en la suspensión neumática. Es un elemento opcional pero muy recomendable para poder hacer frente a los pasos más complicados. El control de descenso es otro ayudante que facilita enormemente el trabajo, sin echar en falta la reductora que sí traía la primera generación del todocamino alemán.
Así lo comprobamos en un revirado recorrido desde la zona off-road hasta las montañas de los Pirineos, ya metidos en Andorra. La carrocería balancea, pero lo hace sin perder el control del vehículo. El buen tacto de la dirección, así como unos frenos potentes permiten apoyarse con contundencia en la entrada de la curva. Desde lo alto, quizá impresiona más lo bien que se mueve en los cambios de apoyo.