Un estudio elaborado por Automovilistas Europeos Asociados (AEA) señala que los españoles no sabemos coger las glorietas. Y para corroborar tal afirmación se apoya en las cifras oficiales: entre 2012 y 2016 el número de accidentes con fallecidos aumentó en un 131 % en las popularmente conocidas como rotondas. En este periodo de tiempo se pasó de 16 a 37 muertes.
Y eso en las que estaban en una carretera, pues al analizar las que se encontraban en ciudad no muestran guarismos más halagüeños. Aquí las víctimas se incrementaron en un 86,7 %, o lo que es lo mismo, pasaron de 15 a 28.
Crecen como setas
El número de intersecciones de este tipo han proliferado en los últimos años hasta el punto de que hay calles que, en realidad, son el espacio que transcurre entre glorieta y glorieta. Las hay de todos los tamaños y durante el boom inmobiliario, cuando los ayuntamientos tenían dinero, eran el espacio preferido para situar todo tipo de estatuas y homenajes. Sin embargo, los conductores no terminamos de aprender a tomarlas ni nos comportamos como debemos dentro ni en sus inmediaciones.
Así, en 2012, en nuestro país se produjeron un total de 8.477 accidentes interurbanos de los que 2.355 fueron en una ‘rotonda’, es decir, enmarcaron el 27 % de los siniestros de aquella campaña. Pero estas cifras habían empeorado de forma significativa solo cuatro años después. En 2016 aumentó el número de accidentes hasta los 9.701 percances de los que 3.374 fueron en una glorieta o, lo que es lo mismo, un 34 % del total.
Y si nos centramos a los acaecidos en las situadas en las ciudades, las cifras vuelven a ser preocupantes; pues se pasó del 16 % del total de accidentes en 2012 al 18 % en 2016.
Son de gran ayuda
A pesar de las cifras que arroja su estudio, desde Automovilistas Europeos Asociados apuntan a la gran importancia de la presencia de este tipo de intersecciones. Destacan que son apropiadas para regular los cruces donde podría haber dudas sobre la prioridad de paso, reducen la velocidad de los vehículos y regulan el tránsito en algunas carreteras de forma natural.
Sin embargo, también apunta a que quedan lecciones por aprender. Y habría que empezar por los propios conductores con una mayor formación para un uso correcto de estas. Aunque no es solo problema de quien está al volante. También solicita auditorías a los responsables de las carreteras (urbanas e interurbanas) para que adecúen en todo momento el estado del asfalto y las señalizaciones a las necesidades del tráfico.
Y, apunta a que algunas de las que ya están construidas podrían variar su fisionomía construyendo miniglorietas, glorietas dobles, glorietas partidas o turboglorietas. Aunque, visto lo visto, si con las glorietas simples nos liamos, nos preguntamos qué sucedería si hacemos que la ecuación sea aún más compleja.