Según ha trascendido en las últimas horas, el Grupo Volkswagen estaría dispuesto a vender la legendaria y centenaria marca Bugatti. Y el comprador sería, para sorpresa de muchos, Rimac, fabricante de vehículos superdeportivos eléctricos de origen croata.
La sorpresa es doble, en primer porque Grupo Volkswagen estaría dispuesta a desprenderse de un emblema que le genera una importante imagen de marca a nivel mundial, además de ser un excelente escaparate sobre la tecnología que es capaz de desarrollar y las cifras que puede lograr sobre la pista.
La segunda parte de esta sorpresa sería el comprador, Rimac, una marca reciente, de escaso recorrido en el mundo del motor, con un historial de modelos muy corto y sin una estructura internacional de venta de coches, unos detalles a los que habría que sumar que el futuro de la marca francesa sería totalmente eléctrico.
A su favor tiene que es uno de los grandes desarrolladores de sistemas de transmisión eléctrica y que los modelos que ha fabricado, de forma muy artesanal y en ediciones limitadas, los ha vendido con precios muy altos a pesar de ser una marca desconocida.
A pesar de la grandilocuencia de los titulares que recogen este rumor, lo cierto es que tras esta operación se esconde un juego de acciones de una alta ingeniería empresarial. En realidad, el Grupo Volkswagen no se desprendería del todo de la firma gala. Esta venta de Bugatti a Rimac solo llegaría, según han indicado fuentes de la negociación a la revista británica Car, si Porsche, filial del Grupo Volkswagen, puede controlar el 49 % del accionariado de Rimac.
Esto conlleva una importante complejidad pues Maté Rimac, fundador de la compañía croata cuenta con alrededor del 50 % del accionariado mientras que Camel Group dispone con el 14 %, Hyundai con el 11 %, Kia con el 2,7 % y Porsche el 15,5 %.
Así, las pretensiones de la germana se lograrían solo si el fundador cede un 33 % de sus acciones, lo que convertiría a Porsche en máximo accionista y, por ende, el control de Rimac estaría bajo el control de la firma alemana y con ello, también de Bugatti; o si, por el contrario, consigue que el resto de involucrados, algunos de ellos también fabricantes de coches, se deshacen de sus acciones.
La última opción sería realizar una ampliación de capital lo que generaría una bajada en el precio de las acciones.
La firma francesa es una de la más aclamadas a nivel internacional aunque su historia está repleta de puntos oscuros. Sus primeros años fueron de grandes éxitos en el plano deportivo con un importante número de ventas de modelos de calle. Pero se vieron interrumpidos con la llegada de la Segunda Guerra Mundial.
Primero la planta fue requisada por tropas alemanas. Y, una vez recuperada la planta, Ettore Bugatti murió dejando la compañía en manos de su hijo Roland. La mala situación de las cuentas y el escaso éxito del único modelo lanzado llevó a detener toda actividad.
Tras 35 años de invernación, Romano Artioli compró la marca y lanzó el Bugatti EB110, el deportivo más rápido de su época. Sin embargo, la falta de fondos volvió a detener la actividad hasta que en 1998 la compró el Grupo Volkswagen, situó su sede en Molsheim (Francia) y comenzó a desarrollar los modelos más rápidos que se verían en la calle. Así llegó primero el Bugatti Veyron y después el Bugatti Chiron, a los que han acompañado numerosas ediciones especiales y derivaciones.
Sin embargo, a pesar de situarse como objeto de deseo de los bolsillos más acaudalados, de contar con motores descomunales y potencias superiores a los mil caballos, sin olvidarnos de sus precios superando ampliamente el millón de euros, Bugatti siempre tuvo la fama de ser un lastre para las cuentas de Grupo Volkswagen.
El coste de desarrollo y de fabricación de sus vehículos no se cubría con los ingresos que generaban las ventas. La venta de Bugatti a Grupo Volkswagen podría acabar con uno de los mejores escaparates del knowhow de la germana, aunque ayudaría a sanear sus cuentas en unos momentos de dificultad económica.