La contribución de la mujer al mundo del diseño industrial es menos testimonial de lo que se cree y hoy está normalizada, aunque el estilo en automoción por desgracia nunca cuente con las suficientes. Como botón de muestra de su buen y desconocido hacer, ponemos aquí el foco en las más destacadas estilistas, diseñadoras e ilustradoras de la pujante Turín de los años 60 y 70 del pasado siglo.
El polo magnético de la actividad del sector del estilo y la carrocería en Turín por aquellos tiempos era por supuesto la hoy globalizada y descentralizada Fiat. El Centro Stile, como departamento de cierto empaque y prestigio dentro de una compañía de las descomunales dimensiones de la Fiat, vivía sacudido por las mismas tensiones, luchas de facciones, politiqueos y malsano ambiente del resto de secciones, pero aun así, bajo la arbitraria batuta de Gianpaolo Boano, hijo del harto capaz y legendario Mario Boano, gozaba de una cierta consolidación y de la relativa confianza de la dirección.
Centrándonos en la rama de automóviles, algunos muy notables estilistas nutrieron sus filas por aquellos años: Aldo Sessano, Paul Breuer, Giorgio Battistella, Sergio Sartorelli, Pio Manzù, Giorgio Prever, Paolo Latorre y otros. Aunque normalmente dotados artísticamente para hacerlo, regularmente los estilistas después de bocetar una idea pasaban a la siguiente sin darle más vueltas a la cuestión y no aplicaban color ni daban vida o vistosidad a sus dibujos por sí mismos.
El papel de la mujer hasta entonces en el mundo del diseño
Y es ahí cuando el pelotón de artistas figurinistas tomaba el testigo. Con objeto de hacer la idea lo más atractiva posible de cara a los procesos de selección y presentación a la dirección, un equipo fundamentalmente femenino convertía estos espartanos bocetos de coches (pero también de excavadoras, tractores, trenes, autobuses e incluso aviones…) en obras de arte a la témpera, acuarela y aerógrafo, muy a menudo enmendando los defectos de perspectiva en que incurrían los estilistas y aportando de su cosecha detalles de los que necesariamente adolecían los rápidos bocetos de estos.
Sin salirnos de los márgenes de la época, podemos enumerar a Annamaria Dogliotti como la más veterana del grupo y en realidad consultora, no empleada, de Fiat, seguida de cerca por Giovanna Massara y Piera Paderni. Carla Manfredini, Renata Ferrero, Liviana Sesia, Liliana Girodo y Grazia Tribio fueron normalmente quienes, con su don, auparon las mejores ideas de los estilistas de Fiat a su selección y, en determinados casos, aprobación y materialización en los coches que todos conocemos.
No todo el talento femenino anidaba sin embargo en el Centro Stile Fiat de Via La Manta, por más que tarde o temprano lo normal era pasar algunos años en él. Veamos a continuación algunos casos individuales de particular interés.
Marilena Corvasce
“Nací en Alessandria el 15 de enero de 1947. Dibujar, pintar, tallar la madera siempre fueron mis hobbies hasta que a estos, ya en el ejercicio de mi profesión, se sumaron los automóviles, cosa que de niña jamás hubiera sospechado. Así que orienté mis estudios hacia la formación artística y conseguí graduarme en la Academia Albertina de Bellas Artes, donde tuve la gran suerte de aprender los fundamentos de lo que sé gracias al profesor Raffaele Pontecorvo”, decía la propia Marilena Corvasce.
A lo que añadía: “Soy una apasionada de la antigua Roma como período histórico y artístico, pero cómo no citar a Rafael, a Miguel Ángel, Leonardo, Artemisia Gentileschi, Frida Kahlo o Gustav Klimt entre mis mayores influencias. Ya graduada, pasé aproximadamente un año en casa con mi familia dedicada por entero a pintar y a esculpir sin encontrar un trabajo relacionado con mi formación, hasta que llegó la oportunidad de trabajar en la Ghia”. Este estudio posteriormente estaría vinculado a Ford.
Corría el 1967. A mediados de primavera se entrevistó con Giorgetto Giugiaro. Hizo allí un boceto a color como prueba de habilidad y, al cabo de un mes, fue contratada como figurinista para embellecer o representar de modo artístico las propuestas de estilo de la firma.
En la oficina de diseño se encontraba Roberto Faccari, el que fue su primer compañero en Ghia y prácticamente nadie más. Durante este primer período aprendió a realizar y revelar fotografías, dibujar sobre cerámica y muchas otras técnicas y disciplinas variopintas de un modo u otro relacionadas con su trabajo.
Rápida evolución de la compañía
Esta etapa no duró mucho. Pronto pasó a ejercer también como estilista creativa. Trabajar con Giugiaro, machista redomado, según indica la protagonista en sus memorias, no era desde luego la cosa más sencilla del mundo. Y eso que, por entonces, ya era solo consultor externo de Ghia. Y solía trabajar a título individual.
Sentía, por otro lado, simpatía y admiración por la franqueza y el dinamismo de Alejandro de Tomaso, que de cliente pasó a propietario de Ghia poco tiempo después de llegar ella. Cuando, años más tarde, tras romper con Ford, volvió a Módena, De Tomaso le propuso que lo siguiera, pero tomó la decisión de quedarse en Turín. La propia Corvasce señala que se arrepintió enormemente de esta decisión.
Nuevos cambios en Ghia
Llegó Tom Tjaarda, el menos malo de los jefes de estilo que tuvo, en sustitución de Giugiaro, que había fundado la Ital Styling, más tarde Ital Design. También llegaron de Bertone, para sacar adelante los ambiciosos planes de De Tomaso, como el De Tomaso Pantera, los técnicos Venanzio Di Biase y Giuseppe Maggiora. Durante los primeros años en Ghia, de sus manos salió, entre otras cosas, una moto de nieve para Iso Rivolta, los interiores del avión privado de Gianni Bulgari así como ciclomotores y motocicletas varias para Benelli, marca asimismo propiedad del grupo De Tomaso.
Ya, más adelante, realizó una gran berlina, una ‘barchetta’ e incluso la cabeza tractora de un camión. Según apuntaba en la época, su mayor satisfacción profesional llegó en 1982, en los tiempos de efervescencia creativa de modelos destinados en exclusiva para Ford bajo la dirección de Filippo Sapino, hombre de escaso carácter que dirigió Ghia hasta que Ford la cerró.
El Brezza que Ghia presentó en el Salón de Turín a finales de abril de 1982 fue suyo y del equipo de modelistas que Marilena Corvasce lideraba y con los que empezó a trabajar en la adopción del ‘clay’ para la realización de modelos a escala y al natural. Pero no solo eso, también empezó a modelar con ordenador, mediante software CAD propios de la época.
El Brezza fue una de las vedettes del salón, si no la atracción principal, y sirvió también para poner el foco, por una vez, en el silencioso y desconocido trabajo de las mujeres de nuestro sector. Como enamorada de los clásicos de Jaguar y de Porsche, y algo de su influencia sin duda quedó plasmada también en la mentalidad creadora de Marilena Corvasce.
Además, durante su época de Ghia, también tuvo etapas en las que trabajó para Ford. En el año 1984, por ejemplo, estuvo trabajando en Dearborn (Michigan, Estados Unidos), una época que recuerda con cariño. Aunque a la firma estadounidense también firmó una de sus etapas más duras, cuando decretaron el cierre del estudio de diseño Ghia.
Giulia Moselli
Nuestra siguiente protagonista nació en Turín en 1946. Finalizó sus estudios de Bellas Artes con el objetivo claro de dedicarse a la enseñanza y obtuvo una diplomatura en diseño en 1965 sin pensar remotamente en el automóvil. Un primo suyo le sugirió la posibilidad de trabajar para el incipiente nuevo estudio de un cierto Giugiaro (el Ital Styling, después S.I.R.P. Ital Design), poco antes jefe de estilo de Ghia y aun antes de Bertone, y por entonces ya mundialmente famoso en el sector.
Inicialmente realiza labores de publicidad, comunicación y secretaría. El trabajo se acumula en las manos de Giugiaro y dada la formación de Giulia le invita a incorporarse a la faceta artística del negocio. Colabora en adelante intensamente con Giugiaro y Libero Fracchia, su ilustrador de confianza, en múltiples proyectos, entre los que destaca el del Alfasud.
Giulia Moselli firmó junto con Giugiaro varios de los famosos y vistosos paneles en pasteles y tiza a escala 1:1 que el estilista mostraba en los salones del automóvil, representado a los fascinantes Manta, Iguana… A la vista del diseño de este último (firmado ‘Moselli’) durante el Salón de Turín a finales de 1969, Alejandro de Tomaso, antiguo jefe de Giugiaro en Ghia, sugiere a la estilista de grandes dotes incorporarse a Ghia (carrocería de su propiedad). La oferta triplicaba su sueldo. Para escarnio de su ex, Giugiaro.
Oferta aceptada
Se mudó pues a Ghia y encontró a su llegada ya avanzado el proyecto del De Tomaso Pantera; realizó los figurines de presentación y colaboró con Tom Tjaarda en el diseño de los interiores del famoso biplaza (suyo fue en parte el salpicadero y suyo solo el diseño del espectacular asiento del prototipo pre-serie) y aprendió los rudimentos técnicos y la validez práctica de cada idea bebiendo las enseñanzas de Di Biase y Maggiora, técnicos de enorme valía, ya citados, que convertían en producto industrializable y al menor costo la fantasía de los estilistas.
En Alejandro de Tomaso encontró a un jefe paternal y protector. También un esteta amante del arte y coleccionista que espolea su creatividad. De él aprendió como de un segundo padre. Fue quien le impulsó a diseñar también joyas y moda, ordenando hacer realidad y regalando a la estilista varios de estos diseños propios.
Un año después de comenzar su singladura en Ghia. Giulia Moselli firmó en su totalidad el diseño de un vehículo urbano construido por Vignale (también propiedad de De Tomaso), presentado en el salón de Turín de 1970. De Tomaso le catapulta así a la notoriedad e incluso le dio a conocer junto a sí en un viaje a los Estados Unidos como la artífice de la aclamada línea del Pantera, el deportivo de motor central de la Mercury-Ford. Pero la prensa norteamericana desdijo la bravata. Finalmente otorgó todo el crédito a Tjaarda.
Tjaarda y Moselli trabajaron juntos en la larga sucesión de concept cars de Ghia de los primeros años 70, muchos de ellos propuestos a Ford como modelos complementarios del Pantera y por supuesto basados en plataformas y motores Ford o De Tomaso: Mustela, LMS, Ancona, Zonda, además de otros variopintos productos ajenos al mundo de la automoción.
Trabajo exclusivo para De Tomaso
En 1975 y 1976 trabajó en exclusiva para el grupo De Tomaso y sus marcas Benelli, Moto Guzzi y Maserati. Diseñó así el Maserati Kyalami, basado en el De Tomaso Longchamp, además de participar con propuestas en diversos programas de Ford USA, a destacar entre estas la de un nuevo Mustang.
En 1977 cofunda la Moselli & Gutermann, que se transforma en Giulia Moselli Design en 1981. Aquí diseñó ciclomotores para oriente y occidente, joyería, relojes, carretillas montacargas, tractores, cafeteras, zapatillas, moda, compresores remolcados, instrumental hospitalario, sillas de ruedas, gafas y equipos de esquí, maquinas trefiladoras…
Estuvo detrás de todo el elenco imaginable de productos, cosechando varios premios a nivel internacional. Entre las curiosidades en la trayectoria de esta polifacética diseñadora encontramos los falsos aviones iraquíes en fibra de vidrio, a escala real, con los que se ensañaban inútilmente los cazabombarderos de la USAF durante la Guerra del Golfo.
A partir de 1997 es consultora del departamento de estilo avanzado de Fiat para interiores y guarnecidos de las marcas Fiat, Lancia y Alfa Romeo. Con el nuevo Fiat 500 de 2007 se despide de la actividad profesional.
Grazia Maria Tribio
Nació en Turín el 2 de abril de 1948 y, tras cursar Bellas Artes, obtuvo dos calificaciones para ejercer de profesora de diseño y de historia del arte, una en Turín y otra en Milán. A continuación cursó dos años de Arquitectura en la facultad de Turín.
Corría el año 1969 cuando comenzó a trabajar en el Centro Stile Fiat, entonces ubicado en Via La Manta, siempre en Turín, lo le obligó a abandonar los estudios por la dificultad de compaginarlos con el trabajo. En el Centro Stile Fiat aprendió la técnica del uso de la témpera y del aerógrafo.
Según señala Grazia Maria Tribio, junto con otras colegas hacían infinidad de figurines de automóviles, tractores, excavadoras, trenes, autobuses e incluso murales que decoraron los interiores de los ferrocarriles estatales. En Fiat permaneció cuatro años. Después de su divorcio tres años después volvió a trabajar para la Graphic Design de Sante Rossi y Alessandro Porta (diseñador de inmenso talento, pintor e ilustrador futurista recientemente fallecido, N.d.A.) en Corso Re Umberto. Aquí realizaba ilustraciones de las nuevas propuestas de los estilistas con fondos imaginarios y futuristas como promoción y medio de presentación de sus ideas a sus clientes. Trabajaba principalmente para la Italdesign de Giorgetto Giugiaro.
Entrada en el estudio de diseño de Giugiaro
Con el cambio de sede de este estudio se trasladó a la Giugiaro Design en Corso Vittorio. Aquí realizó proyectos de todo tipo de objetos propios del diseño industrial: relojes, botellas, la famosa pasta Voiello, llamada ‘Marille’…. También hizo diseños de bolsos, gafas, incluso los gráficos de motivos arquitectónicos clásicos para el ‘Ristotram’, el restaurante-tranvía que circulaba por las calles de Turín, en el que era posible cenar mientras hacía un recorrido por la ciudad.
A renglón seguido y trabajando en su apartamento en Pino Torinese comenzó su singladura como ilustradora autónoma. Este período duró seis años. Eligió esta vía para poder seguir de cerca el crecimiento de sus hijos. Fue un período en el que siguió colaborando con Giugiaro, pero también con muchos otros grandes y famosos estilistas, como Paolo Martin, Emanuele Nicosia, Aldo Sessano o Marcello Gandini. También para las revistas Auto & Design, Auto Motor und Sport y Quattroruote, entre otras; además de con Sergio Coggiola en proyectos secretos de Audi, a través del ex Fiat Humberto Rodríguez.
Para ellos diseñó faros, llantas y muchos otros particulares de nuevas propuestas.
Nueva etapa en Pininfarina
Grazia Maria Tribio comenzó a colaborar también para Pininfarina. Insistieron en poner a su disposición un estudio donde realizar sus trabajos para ellos, en exclusiva. Trabajó bajo la tutela de Leonardo Fioravanti. Más adelante de Enrico Fumia y Mauro Vernacchia.
En Pininfarina conoció y colaboró con, entre muchos otros, el gran Aldo Brovarone, el estilista más veterano de la casa, y con su segundo marido, Diego Ottina. En 1988 solicitó el ingreso definitivo en Pininfarina. Y pasó a formar parte de una gran familia, en el más verdadero sentido de la expresión. Fue este el momento en el que se sitió realmente valorada, cosa que raramente sucedió antes por su condición de mujer en una profesión casi coto cerrado de colegas masculinos.
Después de otros ocho o nueve felices años en Pininfarina llegó la eclosión del software de diseño e ilustración, que facilitaron que se fundieran en una las profesiones de estilista e ilustrador y propiciaron las animaciones y presentaciones virtuales de nuevos proyectos. Tuvo que amoldarse a las circunstancias. Se le presentó la oportunidad de pasarse al equipo de color y acabados. Y trabajó en incontables proyectos de interior y exterior de nuevos coches de producción y prototipos de salón.
Además, también participó junto a numerosas compañías suministradoras de tejidos y otros materiales u otras especializadas para la realización de salpicaderos, asientos… Solo tras dieciocho años en Pininfarina solicitó la jubilación.
Texto: David Rodríguez Sánchez // Fotos: Archivos de las protagonistas