Pese a la etiqueta verde, las loas que están recibiendo y los beneficiales fiscales y de uso que están teniendo, los vehículos ecológicos podrían no tener tantas razones para presumir. La Asociación de Automovilistas de Australia (AAA) ha realizado un estudio de consumo real con un total de 30 coches y ha encontrado que, de media, gastan un 23 % más de lo que homologan aunque, en algunos casos, este consumo sube hasta un 59 %. La misma entidad afirma que ha verificado el ejemplo de un híbrido enchufable que llega a consumir hasta cuatro veces lo que homologa.
En el caso de las emisiones, 11 de los 12 coches analizados con mecánica diésel suspendieron el test. Sin embargo, no rebelaron los resultados obtenidos de los gasolina ni de los diésel.
La interpretación que da la asociación a estos resultados es que las marcas están fabricando coches para laboratorios, para que den un resultado concreto cuando tienen que pasar el examen de homologación, aunque estas condiciones disten mucho de las condiciones de tráfico real que después van a encontrar.
Es por esto que para las nuevas certificaciones de los vehículos se han decidido a hacer unos exámenes en un circuito que duran unos 90 minutos en los que mezclan conducción de tipo urbano, rural y autovía. Y dicen que los resultados son fiables pues consiguen variaciones de solo el 3 % en un mismo coche cambiando condiciones y conductor.
Ante esas variaciones, Michael Badley, director ejecutivo de AAA, ha señalado que “los coches más populares del mercado australiano están consumiendo hasta un 59 % más de carburante del que indican, y arrojan cifras de emisiones hasta 7 veces superiores a la legal. Y se está comprobando que la diferencia entre los resultados de los laboratorios y los del mundo real cada vez son mayores, lo que significa que estamos arrasando el medio ambiente”.
Estos estudios se iniciaron a raíz del diéselgate, cuando se descubrió que algunos vehículos incluían software que identificaba el momento en el que se le hacía una prueba, variando así su respuesta de consumos y emisiones para ajustarse a las normativas vigentes.
Y aunque desde entonces se han realizado modificaciones en la mecánica, encaminadas a ajustar las emisiones, pero no se está haciendo lo mismo con los consumos. Numerosas variaciones en la temperatura, modos y condiciones de conducción de los pilotos, calidad de la gasolina, el mantenimiento del vehículo e, incluso, el estado de los neumáticos pueden tener un efecto negativo sobre el consumo de carburante y la eficiencia de los motores.
Es por esto por lo que hay entidades y países que están cambiando la forma de medir el rendimiento del vehículo para acercarse al máximo la realidad.