Desde hace unos días hay una nueva polémica en las redes sociales que gira en torno a la DGT. Se trata de la presencia de unas líneas verdes en las carreteras que se habrían pintado con el objetivo de reducir la siniestralidad. Sin embargo, el trasfondo es mucho más sencillo de lo que uno podría imaginar.
Es cierto que esas señales existen pero, a pesar del ruido, no es una medida nueva ni está previsto que se amplíe su presencia a corto plazo. En realidad se trata de una medida que se anunció en 2016 por parte del anterior ejecutivo que se hizo eco de una solución que ya se había puesto en marcha en Suecia y en Holanda con cierto éxito.
Según algunos estudios, esas marcas viales, que se sitúan en el interior de las líneas blancas continuas del exterior que delimitan el arcén, generan una sensación de carretera más estrecha por lo que el conductor tiende a reducir la velocidad, una reducción con la que se lograría reducir la siniestralidad especialmente en las vías secundarias.
Como decimos, este proyecto tuvo una primera prueba en las carreteras de Castilla y León, concretamente en la CL-615, entre Palencia y Guardo (Palencia) de 92 km, y en la CL-613, entre Palencia y Sahagún (León) de 58 km. En 2016 se pusieron estas líneas verdes y desde entonces están ahí.
No hay más y no hay proyecto de que se aumente su presencia en nuestras carreteras. Al menos no hay constancia de que Pere Navarro, director de la DGT, haya hecho referencia a esto.
No se conoce la incidencia que ha tenido sobre la accidentalidad de estas carreteras. Cierto es que ambas carreteras ya cuentan con largas rectas y con excelentes condiciones de visibilidad, lo que podría inducir a algunos conductores a circular por encima de los límites de velocidad.
Sin embargo, en estas mismas carreteras ya hay advertencias de la presencia de radares, por lo que habría que distinguir entre los que bajan la velocidad por la presencia de cinemómetros y los que lo hacen por la presencia de estas líneas en verde.