La compra de coches eléctricos ha aumentado un 60% en el último año, pero la penetración en el mercado está por debajo del 1%.
La compra de coches eléctricos en España va poco a poco aumentando, pero aún no se ha producido el despegue que sí ha experimentado otros países europeos. La penetración de los coches eléctricos en nuestro país aún está por debajo del 1%, cuando en países de nuestro entorno como Portugal o Francia ya se ha superado esa barrera, según datos de Statista.
Si bien el número de matriculaciones ha aumentado en un 60% en 2018, con 15.495 eléctricos puros vendidos, según datos de AEDIVE, lo cierto es que el usuario sigue decantándose mayoritariamente por los motores de combustión. Es lo que se concluye en el último Observatorio del motor de Cetelem, donde 7 de cada 10 conductores no se plantea comprar un eléctrico a corto plazo.
Pero, ¿qué razones esgrimen los más de 1.500 conductores entrevistados en este informe? Principalmente precio, autonomía y ausencia de instalación para su carga, aunque hay muchas más barreras.
1. Son caros o muy caros
El precio de un coche eléctrico en España parte aproximadamente desde los 23.000 euros. En este rango, además, las opciones son coches urbanos (Citroën Zero, Peugeot iON, smart ForTwo) con autonomía y prestaciones bastante limitadas (en torno a 150 km de autonomía y 130 km/h de velocidad máxima). Para encontrar modelos con una autonomía más dilatada (más de 300 km) habrá que contar con un presupuesto superior a los 60.000 euros.
Esto provoca el rechazo de prácticamente el 70 % de los potenciales compradores, que no los encuentran ni prácticos, sobre todo para largos desplazamientos, ni rentables. El 54 % de los consultados para el informe de Cetelem los considera demasiado caros, aun teniendo en cuenta que existen incentivos para la compra.
2. La autonomía es limitada
Como ya se ha indicado, la ecuación precio/autonomía es clave para desincentivar la compra. El 57 % de los participantes en el Observatorio consideran que esta última no es la suficiente. Actualmente, la autonomía máxima de un coche eléctrico producido de serie en nuestro mercado es de 594 km, correspondiente al Tesla Model S. Un modelo que parte en 88.500 euros y que para muchos usuarios es inalcanzable.
Entre los conductores que estarían dispuestos a afrontar la compra de un coche eléctrico en los próximos meses, un 49 % de ellos considera que la autonomía ideal debería oscilar entre los 100 y los 250 km, un 36 % superior a los 250 km y sólo un 15 % igual o por debajo de los 100 km.
3. Pocos terminales de carga
El siguiente aspecto que frena la expansión del coche eléctrico en España es la infraestructura de recarga. Un 40 % de los conductores afirma que no tiene con qué recargar la batería. Además de la compra del vehículo, será necesario gastar más en instalar un enchufe adecuado para conectar el cargador en el domicilio.
Por otro lado, y aunque en los últimos meses ha aumentado de forma significativa la red de puntos de carga, continúa sin convencer el excesivo número de paradas en electrolineras en trayectos largos, así como prever y estudiar con antelación esas paradas antes de viajar, debido a su escasa e irregular presencia.
4. Son menos potentes
Es otra de las razones que aún esgrimen los usuarios, exactamente un 10 %. Es cierto que en este último año se han lanzado al mercado modelos de nueva generación con motores equiparables en potencia a los de sus homólogos de combustión.
Pero, volviendo al punto uno, su precio es mayor y en las gamas de entrada las prestaciones son, por lo general, menores a las de sus rivales híbridos, de gasolina o diésel. En la horquilla de precios entre 23.000 y 35.000 euros, existen mecánicas eléctricas que ofrecen desde 82 a 150 CV. La velocidad tampoco es un punto fuerte, aunque su poder de aceleración es similar o superior en no pocos modelos.
5. Falta de confianza
La última de las razones indicadas en el informe es la falta de confianza del conductor en la tecnología eléctrica, que apunta un 19 % de los encuestados, aumentando al 22 % para las motos eléctricas.
Se relaciona con la ausencia de experiencia de conducción y la desconfianza en su mecánica, aun cuando muchos expertos coinciden en que su mantenimiento es más simple y menos costoso que un coche convencional.