Mientras permanecía en la oposición, Pedro Sánchez prometió que no subiría “ni un céntimo de euro” cualquier impuesto que afectase a la clase trabajadora. Ahora, como Presidente, deberá lidiar con el gravamen al diésel. Una tasa que elevará la presión fiscal en unos 2.000 millones de euros.
Varias voces del PSOE se han mostrado muy críticas con la subida del impuesto al diésel. Puesto que, según sus estimaciones, el incremento de su precio repercutirá directamente en la presión fiscal de trabajadores y autónomos. Y podría llegar hasta los 2.000 millones de euros. Además, son las clases más bajas las que suelen poseer los vehículos diésel más antiguos y contaminantes; por lo que esta subida parece que mermará aún más sus bolsillos.
Promesas incumplidas
Este hecho parece discordar con las palabras del actual Presidente del Gobierno. Y es que prometió, mientras ocupaba su plaza de líder de la oposición, que las reformas fiscales que llevase a cabo se focalizarían sobre las empresas y los ‘ricos’ de este país. Sin embargo, en la práctica, se están ultimando los detalles del nuevo impuesto al diésel; con sólo un mes al cargo del ejecutivo.
Traducido en datos esta medida, que pretende equiparar la fiscalidad de este carburante a la gasolina, implicaría ampliar ese impuesto especial un 31 por ciento. Hasta la fecha, la gasolina está gravada con 40,25 céntimos de euro por litro; mientras que en el diésel la cantidad llega a los 30,7 céntimos por litro.
Subida sobre subida
Por si fuera poco, este endurecimiento fiscal llegaría en un momento en el que los precios del petróleo están llegando a unas cotas máximas similares a las de 2014. Con lo que llenar el depósito de nuestro coche costará todavía más dinero.
Por su parte, el Gobierno arguye a razones medioambientales esta reforma. Nien es cierto que las asociaciones de consumidores plantean otras alternativas, como son las posibles ayudas para que la gente pueda renovar sus vehículos por unos más eficientes y menos contaminantes; o incluso bonificar el impuesto a los profesionales que utilizan los automóviles diésel para su actividad. De esta forma no serían las clases trabajadoras las que “paguen el pato”; como, por otra parte, suele suceder (casi) siempre.