China quiere volver a ser comunista, o al menos parecerlo. Eso es lo que da que pensar el nuevo impuesto que han creado las autoridades del gigante asiático y que gravará con un 10 % adicional el precio de todos aquellos vehículos que superen el 1,3 millones de yuanes, o lo que es los mismo, los 170.000 euros. La salvedad es que este impuesto solo se aplicará a los vehículos de esta tipología que hayan sido importados.
Según ha señalado el ministro de Finanzas, el motivo ha sido el de “racionalizar el consumo de energía y promover el ahorro de combustible y de emisiones“. De esta manera se ha dado luz verde al impuesto de vehículos de lujo.
Detrás de la alerta energética y anticontaminación que parece haber despertado en el gobierno chino, está también las nuevas guías de consumo responsable que está intentando imponer entre las familias más pudientes. Y es que a las autoridades no les está gustando el modo en que se están comprando determinados bienes en el país, y sobre todo, cómo se están exhibiendo en público ante una población que apenas tiene unas monedas en sus bolsillos.
Esto podría afectar a las ventas, no tanto porque el precio resulte prohibitivo para aquellos que hasta ahora han adquirido este tipo de vehículos, sino porque tendrá el efecto psicológico de evitar que muchos vayan al concesionario a preguntar por un coche nuevo.
Por otro lado, los coches caros serán aún más caros, pero solo se perjudica a los supercoches fabricados en el exterior, es decir la mayoría, pues aunque los grandes fabricantes de vehículos cuentan con fábricas en su territorio, suelen producir vehículos de clase media con un mercado mayor. De esta manera, las autoridades chinas esperan que algún fabricante se anime a construir una planta allí donde producir este tipo de automóviles según el método en el que se han de implantar, mediante una joint venture al 50 % con una empresa china la cual podría aprovechar todo su knowhow.