Que un vehículo con motor de gasolina o diésel contamina es más que conocido, sin embargo no sabemos exactamente cuáles son los gases que emite un tubo de escape. Son muchos los mensajes que recibimos en torno al dióxido de carbono (CO2) – los causantes del efecto invernadero – o los óxidos nitrosos (NOx) – los que más afectan a la salud – pero, ¿son los únicos gases nocivos por los que nos debemos preocupar?
Y la respuesta, como suele ser en estos casos, es que no. En el caso de los vehículos diésel, como bien nos recuerdan ABC y Autocasión, los vehículos de gasolina emiten monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, hidrocarburos y compuestos de plomo. Por su parte, los vehículos diésel emiten partículas de hollín, hidrocarburos no quemados, óxidos de nitrógeno y anhídrido sulfuroso.
Es por esto por lo que se ha puesto el foco en la necesidad de reducir las emisiones de los vehículos mediante restricciones y normativas que afectan a sus motores. No son los únicos elementos de nuestra sociedad que contaminan, ni siquiera los que más emiten, pero sí que están muy extendidos por todo el mundo; de ahí el énfasis que puesto en combatir estos gases nocivos. Estos son los principales gases contaminantes del tubo de escape:
Más habituales en los gasolina que en los diésel. El monóxido de carbono y anhídrido carbónico se producen cuando la combustión no es completa por exceso de carburante o falta de oxígeno en la mezcla. Su exposición excesiva conlleva envenenamiento. Y sirva como ejemplo que es el causante de cientos de muertes cada año por el mal funcionamiento de calderas o braseros tradicionales.
Es más habitual en los vehículos de gasolina y está presente en el medio ambiente (los humanos lo emitimos al respirar y las plantas lo necesitan para la fotosíntesis). Sin embargo, un exceso de este gas provoca el efecto invernadero (los rayos del sol entran en la atmósfera pero no vuelven a salir por lo que la Tierra se recalienta). La consecuencia es el desequilibrio en los ecosistemas y los cambios en las estaciones.
Son partículas de hidrocarburos que no han combustionado y están presentes tanto en los gases procedentes de motores gasolina como diésel. Son tóxicos y provocan enrojecimiento en los ojos, reacciones en la piel y problemas respiratorios.
Más habitual en los motores diésel, son partículas que proceden de estos combustibles que son menos refinados que la gasolina. Se les considera muy cancerígenos y responsables de la formación de nubes tóxicas en las ciudades.
Son restos de azufre existentes en los combustibles, algo más habitual en la gasolina que el diésel. Su presencia cada vez es menor ante los cada día más avanzados procesos de refinamiento de los carburantes. Son altamente tóxicos y son los responsables de la lluvia ácida que se produce en algunas ciudades.
Son varios y con diferentes composiciones, pero se representan habitualmente con una única fórmula (con una x que engloba a varios números). Surgen por una mala combustión en el cilindro, por la alta presión en los cilindros y por una mala mezcla del combustible, de ahí que sean más habituales en los motores diésel que en los de gasolina, aunque su presencia en los tubos de escape en los últimos propulsores está creciendo en los últimos tiempos por la sobrealimentación. Si se unen al oxígeno o la humedad resulta el NO3 (muy peligroso) y HNO3 (un ácido que destruye el ozono y que provoca el efecto invernadero).