Analizamos los daños que tienen en nuestros vehículos las lluvias torrenciales y las riadas y si nuestro seguro se hace cargo de los gastos.
El final del verano se acerca y, con este, ha llegado la habitual gota fría, a las que se han sumado lluvias torrenciales en muchos puntos de la península. Una de las imágenes más impactantes (las más buscadas por los medios de comunicación) y que mejor sirven para medir la contundencia de los efectos meteorológicos es el modo en que estas afectan a los vehículos de la zona. No es extraño ver cómo coches son arrastrados por riadas, quedan anegados hasta el techo por inundaciones o son incapaces de avanzar en medio de un torrente de agua. Pero, ¿cómo afectan a nuestros coches?, ¿se pueden recuperar? y, sobre todo, ¿lo paga nuestro seguro? A continuación analizamos cada una de estas preguntas.
La altura del agua, primer condicionantes
El primer condicionante es la altura que ha alcanzado el agua. Si no supera la mitad de la rueda no debería suceder nada. Esto significa que no habrá entrado en la mecánica del coche y raro será que haya afectado a elementos como las pinzas de frenos o el catalizador.
Es partir de esta altura donde comienzan los interrogantes y los posibles problemas. Como bien recuerda La Vanguardia, el agua podría haber accedido al interior del motor por medio de la entrada de aire lo que obligará a una limpieza en el taller del propulsor (mejor no intentar arrancar pues lo ahogaremos), lo mismo que la caja de cambios y el diferencial, que tendrán que reponer los aceites y grasas que necesitan.
Por su parte, dependiendo de la infraestructura del sistema eléctrico, esta podría verse afectada y fallar o, en el peor de los casos, quedar inutilizada por lo que habría que sustituirlo (esta es una de esas operaciones que no merece la pena realizar por su alto coste).
El agua llega al habitáculo
Otra cuestión es el habitáculo. Además de los daños en los componentes electrónicos como el climatizador, sistema de audio o iluminación, también pueden dañarse la moqueta, el tapizado de los asientos o los propios paneles decorativos.
Dependiendo del agua que haya entrado puede bastar con una simple limpieza aunque si ha estado expuesto al agua mucho tiempo pueden quedar muy dañados (o podridos). En ese caso habría que sustituir.
En último lugar, vigilar la chapa pues existe la posibilidad no solo de que se dañe o se levante la pintura, sino de que se oxide.
¿Y el seguro?
Como bien recuerda la Vanguardia con datos de Mapfre, las pólizas de seguros no cubren estos desastres naturales por lo que habría que solicitar ayuda al Consorcio de Compensación de Seguros (entidad pública) que sí se hará cargo de estos casos… si se debe a un desastre natural admitido por el gobierno central.
Esto significa que el seguro se hará cargo de los daños solo si la zona ha sido declarada como zona catastrófica, algo que suele suceder con las riadas que están sufriendo algunas zonas de nuestro país, pero no con las granizadas que de forma puntual también caen en algunas ciudades.