El cambio de hora también nos afecta cuando vamos a conducir.
El pasado domingo cambió la hora. A las 3:00 volvieron a ser las 2:00 y el día tuvo 25 horas en lugar de 24. El objetivo de este cambio está en el ajuste de las horas de luz para minimizar el uso de electricidad en invierno teniendo en cuenta los gastos energéticos que se producen en las oficinas y los hogares europeos. Sin embargo, este cambio de hora, también tiene sus consecuencias en la conducción.
El nuevo horario supone que amanezca antes, pero también que anochezca antes a lo que habrá que sumar que los días cada vez son más cortos y que tenemos menos horas de sol por lo que buena parte de los trabajadores con horario de tarde regresarán a sus casas de noche con una consecuente menor visibilidad.
Adaptación a los nuevos horarios
Aunque el cambio sea de una hora, el cuerpo necesita adaptarse. Así, durante unos días tenemos que aprender a acostarnos y levantarnos en un nuevo horario. La consecuencia será más sueño por la noche y despertarse antes de que suene el despertador, lo que a muchos produce irritabilidad, cambios de humor o falta de atención, todos ellos aspectos que se trasladan a la conducción.
Un buen porcentaje de los conductores pasarán de regresar a casa de día a hacerlo de noche. Y será ahora cuando descubran que no tienen bien regulada la iluminación, que tienen alguna bombilla fundida, y que su visibilidad es inferior a la necesaria. Aquí es donde planea el peligro a sufrir un accidente.
Es en estos momentos en los que se detecta un mayor número de ‘accidentes solitarios’ es decir, accidentes que tiene un conductor por sí mismo sin que intervengan factores externos y que estén causados por la fatiga, falta de atención, falta de agudeza visual o distracciones.
Claves para reducir el peligro de sufrir un accidente
Son muchos los elementos que hemos de tener en cuenta ante el cambio de hora antes de ponernos al volante. Entre ellos debemos destacar:
Aumentar el nivel de atención: es momento de concentrarnos en el volante. Hay que dejar a un lado posibles distracciones como música o llamadas telefónicas para extremar las precauciones. Las condiciones que nos encontraremos serán diferentes a las que estamos acostumbrados, muchos conducirán de noche por primera vez en mucho tiempo, y necesitamos estar concentrados en la carretera para reducir el tiempo de reacción ante cualquier imprevisto.
Rebajar la velocidad: esa cautela que decíamos antes también habría que llevarla al velocímetro. Por mucho que nos conozcamos la ruta de memoria, hay que rebajar la velocidad de nuestro viaje pues los tiempos de reacción no son los mismos con luz que de noche lo que nos debe llevar a aumentar la distancia de seguridad.
Habitáculo apropiado: la falta de luz se suma a la bajada de temperaturas cuando el sol se esconde. Así, debemos apagar todo tipo de luces (incluidos dispositivos electrónicos) para evitar reflejos y poner la calefacción a una temperatura idónea para nuestro viaje. Esta debe estar entre los 22 y los 23 grados. No más. Superar esta temperatura podría provocar sopor y que nos dé dueño al volante. Diferentes estudios apuntan a que esa es la temperatura adecuada para viajar en el coche.
Buen mantenimiento: esta es una recomendación que hacemos siempre, aunque en esta ocasión tiene una especial relevancia, tanto por nuestro estado de ánimo como por las nuevas condiciones de conducción. Así, es necesario que las luces estén bien reguladas, tanto las de cruce como las de largo alcance (deben permitir la visibilidad a un mínimo de 240 metros), mientras que el parabrisas, las lunas y los limpiaparabrisas deben estar en buen estado para evitar reflejos de las luces de la carretera especialmente cuando llueva. Esto se suma al estado de los neumáticos, filtros del aire, niveles de aceites, líquido anticongelante y batería, todos ellos necesarios para evitar que el coche nos deje tirados cuando más falta nos haga.