Texto: Eduardo Lausín.
Fotos: Jesús María Izquierdo.
Fiel a su filosofía de ofrecer espacio, comodidad y un precio contenido, en 1982 nacía uno de los Citroën más recordados, el Citroën BX, una perfecta alternativa familiar, una auténtica berlina amplia que disfrutaría también de su versión deportiva.
El Citroën BX GTi no buscaba, en el Salón de París de 1982, aliviar ninguna pretensión más allá del desplazamiento cómodo que propiciaba su suspensión hidroneumática, del bajo consumo que permitía su estilizada carrocería con una suave caída de techo o la amplitud interior y el gran portón del maletero.
Los tiempos cambiaban y se buscaba más potencia. El GT era el representante perfecto, asociado a los motores más potentes. El Sport, por su parte, era tal vez demasiado radical, parco en equipamiento y complicado de ver. No fue, desde luego, la mejor expresión de éxito comercial para los de los chevrones.
Así, los Citroën BX GTi cogen lo mejor de los dos mundos, una mecánica potente asociada a un equipamiento completo y una estética deportiva dentro de lo discreto. Los paragolpes deportivos, nuevos intermitentes, alerón trasero, nuevos asientos o una instrumentación más completa son las claves.
Bajo el capó se aloja una mecánica de 1,9 litros de 4 cilindros y gasolina. Los 125 CV de las primeras versiones a día de hoy no asustan, pero hay que tener en cuenta que apenas supera los 1.000 kilos de peso. Con esto en la mano, las prestaciones son más que cuantiosas, solo 8,9 segundos en el 0 a 100 km/h. ¡En un familiar!
Las ventajas no solo residen en la potencia y prestaciones, sino en un comportamiento envidiable. Su ligereza, junto a la suspensión hidroneumática, que aquí se mantenía, permiten al ‘piloto’ acometer las curvas de forma eficaz.
Por no hablar, claro, de un equipo de frenos muy potente y capaz. Todo esto mientras disfrutamos de nuestro ordenador de a bordo, nuestro aire acondicionado o nuestros asientos con múltiples reglajes. Citroën dio en la diana en cuanto a relación equipamiento/precio/prestaciones.
La gama de mecánicas disponibles para el Citroën BX era amplia, incluyendo un pequeño 1,1 litros que fue comercializado en mercados concretos, o un par de motores diésel, especialmente un 1,7 litros Turbo Diésel.
Pero el Citroën BX GTi, lanzado en 1987, necesitaba un motor más grande, el que más hasta la llegada del despropósito llamado 4TC. El bloque de 1,9 litros atmosférico y 4 cilindros se coloca en posición delantera transversal, enviando la potencia al eje delantero mediante una caja de cambios manual de 5 relaciones. Una configuración estándar, sin acudir a sobrealimentación o demasiadas complejidades. Tanto es así que utiliza una culata de 8 válvulas, sin buscar la fuerza en la parte alta del cuentavueltas.
Genera 125 CV de potencia a 5.500 revoluciones por minuto y 175 Nm de par a 4.500 vueltas. Sí, es lo que estás pensando, se trata del mismo motor del Peugeot 205 GTI, aunque Citroën lo trabaja para obtener algo más de par a cambio de perder un poco de potencia. En el 205 generaba 130 CV, pocos más.
Si algo vendía el Citroën BX GTi era su coqueteo con los 200 km/h de velocidad punta, una cifra peliaguda en el momento de su lanzamiento.
Lo mejor del Citroën BX es que ha ido evolucionando en el tiempo y no se ha quedado estancado, más cuando hablamos del GTi. Poco más tarde de su presentación, en 1987, Citroën ofreció todavía más: mayor potencia, mayor distinción.
Nacía el Citroën BX GTi 16 válvulas, un nombre mágico en una época en la que la potencia se alcanzaba en la zona alta del cuentavueltas. Más rabioso en su comportamiento y con unas prestaciones claramente superiores, el 16 válvulas (conocido como “16 Soupapes” en el mercado doméstico) se puede calificar claramente como matagigantes.
La verdadera diferencia, claro, llegaba de la mano del precio, una tarifa de casi tres millones de pesetas de la época, mientras que el GTi de 8 válvulas no llegaba a los dos millones. El mismo bloque de 1,9 litros recibía ahora una culata multiválvulas, una configuración idéntica a la que Peugeot disponía en su Peugeot 405 Mi16 o en su Peugeot 309 GTI.
Son ahora 160 CV de potencia a 6.500 vueltas y 177 Nm de par a 5.000 vueltas, algo más contundente para un modelo que no solo vivía de unos grandes números. Su escaso peso, pues la llegada del nuevo motor apenas sumaba gramos, de solo 1.070 kilos ayudaba a unas prestaciones por entonces de infarto. Solo es necesario decirte que los 218 km/h eran posibles con la nueva versión.
La caja de cambios era cogida directamente del Peugeot 405 Mi16, mientras que la suspensión, todavía hidroneumática, recibía un compromiso más deportivo. Citroën no se rompió la cabeza diseñando un nuevo esquema, sino que trabajó en el sistema ya presente. Redujo la presión en las esferas, consiguiendo un doble efecto, reducir la altura de la carrocería y aumentar la rigidez. Con esta sencilla solución ya teníamos un coche más deportivo y estable en curvas, necesario cuando el aumento de potencia es tan sustancial. A cambio, eso sí, de un comportamiento más seco.
El Citroën BX GTi tenía, en estas dos versiones, varios puntos fuertes que sobrepasaban a la competencia. El primero de ellos era el compromiso confort/prestaciones. Nunca tuvo la intención, como sí hacía el Sport, de ser el rey de las sensaciones, y por eso agradaba a los usuarios con el mismo confort de marcha y equipamiento de las versiones más tranquilas.
A su vez, el comportamiento era envidiable. La dirección, muy directa, permitía guiar el coche con precisión en las zonas más reviradas. Al fin y al cabo, sus más de 4 metros de largo lo colocaban en el punto de mira de berlinas de mayor tamaño, pero el BX destacaba con un peso reducido. Apenas 1.000 kilos se notan en el control de las masas, pero también en el apartado de las prestaciones. Los frenos, además de un buen tacto y un gran poder, actuaban de forma contundente gracias a la escasa masa que tenían que parar. Cabe destacar su funcionamiento, muy peculiar, pues parecen actuar sin dosificación alguna.
Aunque nunca fuera un deportivo o una berlina muy radical, el Citroën BX GTi supo afianzarse como una opción fiable, rápida y asequible. El hecho de contar con diferentes motores, como el 16v, o con una carrocería familiar, ampliaba el catálogo de opciones, con una cartera de clientes todavía más grande y diversa. Pena no haber destacado en competición.
Modelo | Citroën BX GTI 16v |
Disposición | Delantero transversal |
Cilindrada | 1.905 cm3 |
Diámetro por carrera | 83 x 88 mm |
Potencia/régimen | 157 CV / 6.500 rpm |
Par/régimen | 18,05 mkg / 5.000 rpm |
Alimentación | Inyección Bosch Motronic ML 4. |
Compresión | 10,4:1 |
Distribución | Doble árbol de levas en culata por correa dentada, cuatro válvulas por cilindro |
Combustible | Gasolina |
Tracción | Delantera |
Caja de cambios | Manual 5 velocidades |
Tipo | Monocasco autoportante |
Carrocería | Berlina 5 puertas (5 plazas) |
Suspensión delantera | Independiente tipo McPherson, bloque hidroneumático de altura constante, amortiguadores hidráulicos, barra estabilizadora |
Suspensión trasera | Independiente, brazos longitudinales con bloque hidroneumático de altura constante, amortiguadores hidráulicos, barra estabilizadora |
Dirección | Cremallera |
Frenos | Discos ventilados de 266 mm (del.), discos de 224 mm (tras |
Consumo | Mixto: 8,7 l/100 km |
Longitud/anchura/altura | 4,240/1,690/1,360 mm |
Vías/Dist. entre ejes | 1.440-1.380/2.660 mm |
Peso en vacío | 1.070 kg |
Medida llanta | 6 x 14” |
Medida neumáticos | 195/60 VR 14 |
Capacidad del depósito | 66 litros |
0 a 100 km/h | 8,4 s |
Velocidad máxima | 218 km/h |
Relación peso/potencia | 6,81 kg/CV |