Donald Trump sigue empeñado en proteger la industria de Estados Unidos, tal y como prometió en campaña. Hace unas semanas ya comunicó una nueva política de aranceles, la llamada ‘tasa Trump’ por la que penaba en un 25 % al aluminio importado y en 10 % al acero. Y, como era de esperar, las consecuencias se verán pronto en el sector del automóvil, tal y como avisa LMC Automotive. Se prevé caída del mercado y pérdida de empleos.
El presidente de Estados Unidos pretende que en su país se vendan, principalmente, coches que se han producido allí. Y quiere que estos se produzcan con las materias primas que hay allí por lo que ha iniciado una política de aranceles. Pero esta también llegará a la importación de coches.
Así, el resultado de la tasa Trump podría ser el contrario al pretendido. Los precios se incrementarán y las ventas podrían bajar. Y todo en un país que vio cómo el año pasado su mercado ya bajó un 1,8 % comparadas con 2016.
Según las primeras indagaciones, esta subida del coste de las materias primas la afrontarán las marcas en un 50 %. El resto se notará en la factura final del coche por lo que la operación se encarecerá para el cliente final. Y es que, según señalan algunas voces, Estados Unidos no puede cumplir con la demanda de estos materiales que tiene su industria. Necesitan del aluminio y el acero exterior (siendo España uno de los principales exportadores). Y esto aumentará la media del precio de los coches allí producidos.
Esta subida de precio del vehículo tendría como resultado una bajada del mercado. Y con ello se podrían perder hasta 195.000 trabajadores en los próximos tres años, según estima LMC Automotive. De esta manera, el proteccionismo de Trump podría sentenciar a sus propios trabajadores.
Los demás países no se han quedado quietos ante la nueva normativa de Trump. Canadá y México, los países con los que aún negocia el Tratado Nafta, también han amenazado con poner en marcha tasas similares a la importación de coches estadounidenses. Y en caso de que estas vieran luz verde, el peligro estaría en la pérdida de hasta 624.000 trabajadores en el mismo periodo.
Pero las consecuencias no las sufrirían solo al otro lado del Atlántico. El comercio automovilístico de coches entre Estados Unidos y Europa es fluido. Y desde Bruselas también ha habido amenazas de nuevos impuestos a la importación. Las trabas a llevar nuestros coches allí pondrían en peligro hasta 130.000 trabajadores de nuestras fábricas, según señalan desde ACEA, la patronal de fabricantes europeos. Y los impuestos a la importación aumentaría la sangría de empleo allí. El efecto dominó de los aranceles de Trump son difícilmente calculables
Estas cifras no son nada desdeñables teniendo en cuenta la situación del mercado. Venimos de una crisis que se inició en 2007 y que le llevó a unas cifras mínimas. Y cuando se acerca a su velocidad de crucero, podría encontrar un nuevo revés.
Estas limitaciones a la importación y exportación de vehículos establecerían un nuevo orden mundial de ventas. En Estados Unidos solo tienen fábricas BMW , Mercedes-Benz , el Grupo Volkswagen , el Grupo Fiat , Volvo y Jaguar – Land Rover de entre las europeas.
Y de las asiáticas solo tienen fábricas allí Toyota , Nissan y Hyundai . Pero no producen todos los vehículos que venden; por lo que algunos de su vehículos verán cómo se incrementa su precio. El resto tendría muy complicado permanecer en el mercado estadounidense ante los aranceles de Trump. Lo mismo sucede fuera de sus fronteras. En Europa no se fabrican Jeep , por ejemplo, por lo que, el futuro de la firma de todoterrenos podría ser demasiado gris.
De esta manera las marcas tendrían que replantearse sus estrategias de ventas y su futuro. Y deberían adaptar las plantillas de sus fábricas a esta nueva situación. Solo queda ver cuáles serán los próximos movimientos que lleguen desde Europa. Si se anunciarán pronto nuevas tasas similares a los aranceles de Trump. Y si alguno de los protagonistas es capaz de corregir cuando el mercado no acompañe.