Estos 78 radares fueron adquiridos durante la anterior legislación aunque no se instalaron en nuestras carreteras.
Una noticia que no dejará indiferente a nadie. Si en la presentación de la Operación Especial de Verano de Tráfico, Pere Navarro, director de la DGT, informó de la instalación de 79 nuevos radares en el segundo semestre de 2019, ahora resulta que, además, se han encontrado 78 radares en un almacén que, como no podía ser de otra manera, también instalarán en lo que resta de año.
Así lo ha indicado el mismo Navarro en una entrevista en ElDiario aludiendo a que habían sido adquiridos durante la anterior legislatura, que vivió tiempos convulsos por la dimisión de María Seguí (sucesora de Pere Navarro) al verse involucrada en un caso de corrupción (que finalmente fue archivada) a la que sucedió Cristobal Cremades, quien se olvidó de la existencia de estos radares, dejándolos olvidados en un almacén y sin instalar.
11,5 millones de coste
El coste que estos radares tuvo en su momento ascendía a 11,5 millones de euros, según apunta Moncloa.com. El mismo medio apunta a que los primeros 27 cinemómetros se adquirieron en 2014 mientras que en los tres años posteriores se siguieron comprando unidades sin que se instalaran en ninguna carretera. Los radares se desglosan en 36 fijos, 15 de tramo y el resto autovelox (móviles).
El total de esta inversión no es cuestión baladí, teniendo en cuenta que cada uno de los radares de tramo tiene un coste de 500.000 euros, mientras que los fijos presentan una tarifa de 60.000 euros y los autovelox de 70.000 euros.
Ahora solo queda saber dónde se instalarán, cuándo comenzarán a actuar y si cuentan con la homologación del instituto de metrología, pues no son pocas las noticias que han surgido en las últimas fechas sobre la mala medición de algunos radares o de que han sido manejados por personal que no tienen la potestad para poner multas, como ha denunciado AEA con los drones.
Los radares que no son radares
Una de las polémicas surgidas en los últimos meses llegó cuando de Pere Navarro admitió que en torno a la tercera parte de las señales que anuncian la presencia de un radar no tienen ningún cinemómetro detrás.
Aluden al efecto disuasorio sobre el tráfico, a que la mera presencia de la señal o el cajetín donde debería estar el radar cumple con su función peses a estar vacío. El miedo a la multa hace que el conductor reduzca su velocidad, lo que evita el peligro de accidente.